Alma vive en un lugar conocido por cada uno de nosotros. Alma nos susurra canciones de cuna para calmar nuestras noches oscuras, y nos despierta con el canto del nacimiento de un nuevo día lleno de alegrías y de ilusiones. Todos conocemos a Alma... sólo que......hemos dejado de escucharla.

Coloca una mano sobre tu vientre y reposa la otra sobre tu corazón. Si silencias durante unos instantes la perturbadora voz que nace de tu cabeza controladora y racional, permitirás que la voz de tu Alma se exprese y hable. “¿Qué me dirá? “Te preguntarás. No tengas miedo. Te hablará de cosas bellas. Sobre el amor, sobre la belleza. Te leerá textos enriquecidos de dulces palabras, y te dirá sin miedo todo aquello que un día no quisiste escuchar pero que siempre deseaste realizar. No te confundas. El Alma no es un ser diferente a ti, ni está separado de ti. El Alma eres tú.

Así es como empecé a permitir y a sentir mi Alma, y así es como empecé a escribir cuentos. Lo que escribo nace de mi corazón y va directo al corazón. Sólo hay que abrirse para recibir la sencillez de sus palabras, y sólo hay que ser, para que el día en que creas que nada tiene sentido, la voz de estos relatos, den aliento a tu desesperanza y alegría a tu nostalgia.

Soy y seré un canal para que historias como estas broten de mi alma, y para que mis pequeñas manos, de dedos cortos y achatados, sean el instrumento idóneo para imprimir en una hoja en blanco lo que día a día la vida me va cantando.

Con mucho amor.....

el Alma del ser que se hace llamar Mireia

sábado, 5 de marzo de 2011

¡Baila, Baila!

Dedico este relato a :
Todas las personas que han pasado y pasan día a día por las clases de danza. Está escrito para ellas y desde ellas. Y hablo en femenino porque por ahora no habido muchos hombres en las clases. ¡Les invito a que se unan! Bailar no entiende ni de sexo ni de edades. Este pequeño cuento está escrito desde mi experiencia y desde la experiencia que en cada sesión estas pequeñas y grandes bailarinas me han contado, han expresado en voz alta y clara.
A Norma por aparecer con su formación en el baile y mostrarme que bailar es mucho más que bailar.
Y a Eduard, porqué me ha ayudado a poner las palabras justas a todo lo que me pasa. ¡Porque me ha dado tantas pautas!¡ y me ha ayudado a comprender tantas cosas! Que gracias a su sabiduría he podido transmitir el mensaje a otras personas. Y gracias por la música. Por que cada canción que suena en las clases sale de su baúl mágico sonoro. De su don para conocer música de todo el mundo; música que te llega al alma, al corazón, que te conecta con tu ser profundo y real.
Y a la vida por guiarme en este camino que une la música, el baile y el corazón.

Con mucho amor...el alma del ser que se llama Mireia

Son unos 30m cuadrados escasos. Las tablas de madera de pino natural crujen suavemente bajo mis pies. Estoy descalza y puedo sentir el frío humeante que sigue su rumbo hacia los dedos de mi mano.

“Así como bailas, así bailas con la vida. Así como te mueves, te mueves por la vida”.
Lo repite varias veces mientras una suave música invade toda la sala.

Mis rodillas están rígidas, mi cuello bloqueado y mis pulmones no pueden retener todo el aire necesario para poder moverme con libertad. Soy una extraña en mi cuerpo; como si nunca antes me lo hubieran presentado. No reconozco ni mis dedos, ni mis manos...y al bailar el cuerpo entero se me resiste. Siempre creí que bailaba bien. Ahora descubro que lo único que supe hacer fue imitar un movimiento que no era mío, que no me pertenecía. Sé moverme como la artista de moda, como mi mejor amiga, como mi madre...pero ¿cómo me muevo yo?¿Cómo bailo?¿ Acaso no tendré un movimiento auténtico que me diferencie del resto de los mortales? A eso he venido. A descubrirlo.
Tengo ganas de llorar, y sigo sin tener el suficiente valor para mirarme en el espejo. Aunque...entre paso y paso no puedo evitar que uno de mis ojos se escape para observarme de reojo. Y lo que veo no me gusta. No me gusta nada, de nada. Soy patosa, fea y tengo el ritmo en algún sitio perdido.
-“No te lo creas” vuelve a decir. Parece que tiene el don de ser capaz de leer mis pésimos pensamientos.
-“Moveros como os apetezca, sin preguntaros si está bien o está mal. Moverse por el placer de moverse y sentir la música, no hace falta nada más”.
-“¿Y eso cómo se hace?” me pregunto mientras veo como el resto de mis compañeras intentan dejarse llevar.
No me reconozco. El sentido del ridículo va creciendo en mí. No sé por qué pero no soy yo. Nos relacionamos unas con otras, y hasta eso he tenido que aprender de nuevo. No soy capaz de sentir la planta de mi pie en contacto con el suelo, ni de dejarme llevar por el ritmo africano de la música.
-“Soy ridícula” me atrevo a decir entre risas.
-“¿Eres ridícula o te sientes ridícula? Son dos cosas muy distintas”.
La preguntita me hace dudar.
“Para mi no hay diferencia entre una y la otra”.

Me sonríe y se dirige hacia el aparato de música. Se ve que le ha hecho gracia mi ávida respuesta.
Me gusta observarla. Transmite serenidad y confianza. Sus labios finos dibujan constantemente una tierna sonrisa, pero hay días que a través de sus ojos puedo vislumbrar un ápice de tristeza.
-“Ya lo sé” dice mientras cambia el cd “Para mi también hay momentos en que se me hace pesado desnudar mi alma”.

Hoy nos enseña pasos de baile oriental, algo de salsa, un poco de jazz...movemos los hombros, la cabeza, la cadera..
-“¡Ah! ¿Pero es que la cadera se puede mover de esa manera?”
Reímos. Y sí, la cadera se puede mover así y de otras muchas maneras. La verdad es que lo natural es poder mover libremente la cadera. No podemos parar de reír. Si hay algo que hacemos continuamente en estas sesiones es reírnos.
Y no sólo se mueve la cadera, sino que también se puede mover los hombros, que no son sólo hombros sino que te conectan con tus omóplatos, tus brazos, tu espalda....y así hasta poder sentir todo tu cuerpo por entero. Sin divisiones. Sin particiones. En totalidad.

Sigo bailando aunque mi cabeza no deja de repetir una y otra vez “¡Qué vergüenza! ¿Qué hago yo haciendo esto a mi edad?” De nuevo una dulce música empieza a sonar y nos invita a bailar con total libertad. Es entonces cuando descubro un gran temor arraigado ¡A mí siempre me han dicho lo que tengo que hacer!¿ Cómo se hace eso de bailar libremente?¿ Qué puedo hacer? Continuo moviéndome a pesar de que mis pésimos pensamientos intentan sabotearme una y otra vez; y puedo ver claramente lo dividida que estoy. Siempre nos han hecho creer que el cuerpo es un compuesto de partes, como si fuera un puzzle que con la edad se va descomponiendo. Pero no es así. Llegar a sentir todo el cuerpo en su totalidad es difícil de explicar y mucho más fácil de sentir. Soy yo la que está dividida. Mi cabeza va por un lado y mi cuerpo por otro. ¿Qué puedo hacer para no sentirme que estoy rota en pedazos?

“Respirar. Respira y conecta con el centro de tu ombligo. Allí estás tú. Y una vez te reencuentres de verdad permite que la música penetre en cada célula, en cada músculo y tu cuerpo entero sea el instrumento idóneo para que tu alma pueda expresarse sin limitaciones, y sobre todo sin miedo”.

Sus palabras me llegan al corazón, y como una niña de dos años que sigue los sabios consejos de una madre, respiro y respiro....sin saber cómo hacerlo. Mi mente se queda en blanco y empiezo a sentir una dulce somnolencia que me transmite mucho placer y calma. Mi vientre se vuelve blando y suave, y se mueve al ritmo del ir y venir de las olas. Puedo sentir mucho espacio. Espacio vacío que se llena de paz y amor. Todo mi cuerpo, poco a poco va creciendo, expandiéndose sin limitación. Respiro con facilidad y el aire entra y sale sin esfuerzo.
   Y en el momento en que suena la música...siento como la dulce melodía, el ritmo acompasado...va entrando..., entrando con tanta delicadeza en mí, que lo único que puedo hacer es respirar y dejarme llevar. Es entonces cuando realmente siento que hay alguien que quiere expresarse, que quiere salir, que quiere mostrarse. Soy yo. ¡Ese alguien soy yo!Me reencuentro con una fuerza interior y una alegría que me invita a bailar. ¡A bailar! Y bailo..., bailo sin parar. Mi cabeza..., mis brazos..., mi pies...,¡son libres!¡ Soy libre! Y en ese espacio, en ese momento, lo único que importa soy yo. Durante esos minutos en que la música suena y yo bailo como una niña, no hay problemas, no hay soluciones, no hay angustias ni miedos, sólo yo. Yo bailando. Yo riendo. Yo llorando. Agradeciendo a la vida que me haya dado la oportunidad de volver a encontrarme.

La música va desapareciendo sutilmente, suavemente. El baile ha terminado.
Nos miramos unas a otras, y la miramos a ella. Nos sonríe y sus ojos acuosos nos apuntan que está emocionada. Desprende una gran luz. Nos acercamos y sin decir una sola palabra nos fundimos en un agradable abrazo.
Doy gracias a los escasos 30m cuadrados por invitarme a bailar, por invitarme a descubrirme.
Hoy me he sentido así, he vivido lo que he vivido ¿Qué pasará la próxima vez? ¿Bailaré, me moveré igual que hoy? Ella no lo sabe. Yo tampoco.

-“He ahí la gracia”, nos dice con mucha calma.” Nunca sabes lo que sucederá, ni con lo que te encontrarás. Pero puedo asegurarte que siempre será contigo. Sea como sea. Pase lo que pase. Llores o rías. Sientas dolor o placer, te encontrarás contigo y con tu mochila de experiencias de la vida” y con un beso en la mejilla nos despide una a una hasta la próxima sesión.

1 comentario:

  1. Gracias Mireia por esas perlas literarias que nos llevan a crear con la imaginación desde nuestra parte más inocente. ¡Un verdadera regalo que, si no te importa, utilizaré alguna vez en mis talleres. ¡El sombrero lila te está sentando de maravilla.!!!!

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