Alma vive en un lugar conocido por cada uno de nosotros. Alma nos susurra canciones de cuna para calmar nuestras noches oscuras, y nos despierta con el canto del nacimiento de un nuevo día lleno de alegrías y de ilusiones. Todos conocemos a Alma... sólo que......hemos dejado de escucharla.

Coloca una mano sobre tu vientre y reposa la otra sobre tu corazón. Si silencias durante unos instantes la perturbadora voz que nace de tu cabeza controladora y racional, permitirás que la voz de tu Alma se exprese y hable. “¿Qué me dirá? “Te preguntarás. No tengas miedo. Te hablará de cosas bellas. Sobre el amor, sobre la belleza. Te leerá textos enriquecidos de dulces palabras, y te dirá sin miedo todo aquello que un día no quisiste escuchar pero que siempre deseaste realizar. No te confundas. El Alma no es un ser diferente a ti, ni está separado de ti. El Alma eres tú.

Así es como empecé a permitir y a sentir mi Alma, y así es como empecé a escribir cuentos. Lo que escribo nace de mi corazón y va directo al corazón. Sólo hay que abrirse para recibir la sencillez de sus palabras, y sólo hay que ser, para que el día en que creas que nada tiene sentido, la voz de estos relatos, den aliento a tu desesperanza y alegría a tu nostalgia.

Soy y seré un canal para que historias como estas broten de mi alma, y para que mis pequeñas manos, de dedos cortos y achatados, sean el instrumento idóneo para imprimir en una hoja en blanco lo que día a día la vida me va cantando.

Con mucho amor.....

el Alma del ser que se hace llamar Mireia

El Jardín de Teima


"La Margarita"

Para Maite

  En un pequeño rincón del mundo vive Teima. 

Teima es una niña adorable y alegre, a la que le gusta mucho bailar y cantar. Cuando está sola le baila a la luna y le susurra historias al sol, pero sólo cuando está sola, ¿y por qué?, os preguntareis.

Dejad que poco a poco os cuente la historia de Teima y su jardín, y tendréis la respuesta.

   Las flores, los árboles, las plantas...fueron siempre sus mejores amigos. A ellos les contaba sus días más alegres o les lloraba sus penas. Cuando paseaba cerca del mar o del bosque y encontraba bellas flores siempre hablaba con ellas:

- Pequeña margarita, me atrae tu olor y tus colores. Dentro de mi jardín tu belleza sería más sorprendente. ¿Puedo recoger uno de tus tallos para plantarlo y dejar que crezcan allí miles de margaritas como tú?,- le preguntó a una joven flor que encontró a la orilla de un río.
- Recoge este tallo que está cerca de tu mano. Es un honor para mí que crezcan flores dentro de tu jardín. Agradezco tu respeto hacia nosotras y queremos que nuestra luz brille contigo.    

Así que Teima recogía el tallo que la flor le había indicado ,y con mucho amor y delicadeza se lo llevaba con ella.
Hacía lo mismo con cada arbusto; con cada árbol y ser viviente de la naturaleza.
   Al poco tiempo en su jardín comenzaron a habitar  todo tipo de plantas, todas bellas y esplendorosas. Las mariposas revoloteaban y las abejas bebían el néctar de cada flor. Teima preparó un pequeño estanque y dejó que vivieran en él peces de colores que poco a poco fueron creciendo y formando sus propias familias.
Su jardín estaba repleto de piedras del mar y de la tierra. Se mezclaban los olores del romero y la lavanda, de María Luisa y de menta.
Era un jardín donde las flores hablaban su propio lenguaje y se contaban historias entre ellas, sintiendo cada gota de lluvia y bailando con el movimiento del viento. La paz y el amor se respiraban en cada rincón.
Quien podía entrar a aquel jardín, hallaba en él la belleza del ser; la belleza de la tierra. Podía reconocer en el aire que respiraba todo el amor y la luz que desprendía. Todo era pura y mágica armonía.
“ Es el jardín de la sabiduría, de la creatividad y del ser real “, cantaban las golondrinas al volar.
Pero como os he dicho antes, todo esto sólo podía ser visto por aquella persona que tuviera permiso para entrar; y la verdad es que en ese jardín no entraba nadie.

   En su entrada había grandes vallas verdes, con gruesos barrotes que alcanzaban el cielo y que no dejaban ver el exterior. La puerta siempre estaba cerrada con llave. Para poder acceder era necesario trepar un muro interminable o pedirle a Teima, a voces, que abriera la pesada puerta y sólo así, con su permiso, se podía entrar en el jardín.
Pero nuestra amiga no permitía la entrada a nadie, siempre permanecía cerrada.
El jardín poco a poco se dio cuenta de lo que allí estaba ocurriendo, y quiso ayudar a su querida amiga.
                                           
- “Esta preciosa niña que le canta a la luna, que cuida con tanto amor cada planta, cada parte de la tierra, no puede quedarse encerrada. Porque su jardín es muy bello, es el reflejo de lo que ella es en realidad; un ser alegre, luminoso, sereno y jovial.

   Así que todo el jardín decidió hablar a Teima, llegar a su corazón, a su alma .
Y una mañana de primavera, mientras regaba un pequeño naranjo que había sido abandonado, y que gracias a los cuidados y al amor de la muchacha había vuelto a nacer, el árbol se pronunció :

 - Quiero agradecer tu amor, pequeña Teima. Gracias a ti, mis raíces vuelven a tener fuerza y siento de nuevo la energía de la vida en cada rama, hoja y fruto. Un día no muy lejano, mis naranjas se sentirán agradecidas de estar en tus manos.
Yo soy tu reflejo, al igual que lo es tu jardín. Yo estaba débil y enfermo,  y gracias al amor que me diste volví a nacer.
Haz lo mismo contigo. Que todo tu amor cure tus heridas, deja que el amor de la tierra y de los seres de luz sanen las pequeñas heridas de tu cuerpo y de tu alma. Volverás a sentir  tus raíces en la madre tierra; volverás a sentir la energía de la vida por tus brazos, por tus piernas; y volverán a nacer ricos y sabrosos frutos de tus manos. No tengas miedo de mostrar quién eres en realidad, todo el jardín está contigo; te aman desde la hormiga que ha creado aquí su nido hasta el árbol más grande.
Porque no sé si lo sabes, pero este jardín eres tú.
-Nosotros somos tu reflejo -, le habló una rosa que acarició tiernamente su oído.-Mis delicados pétalos, son tus delicadas lágrimas. Mi aroma es tu aroma, tu esencia.
­-¿Por qué tienes este maravilloso jardín cerrado con llave? - le preguntó el laurel - ¿Cuáles son tus miedos, mi pequeña Teima?
Nosotros desde el cielo y la tierra te ayudamos porque te queremos. 
                           
  Teima estaba sumamente sorprendida y emocionada de lo que allí estaba pasando. Sentía miedo y muchas, muchas ganas de llorar. Estaba asustada, pero no de los árboles y de las plantas, sino porque notaba cómo en su cuerpo se movían emociones, miedos e inseguridades.

-¡Acércate !-, oyó al fondo del estanque que ella misma había creado con sus propias manos.
   La muchacha, muy cautelosa, se asomó y vio el reflejo de su rostro en el agua.  Uno de los peces que la miraba fijamente le dijo:
- Deja que tus lágrimas caigan y se deslicen por tu cara para llenar este estanque. Nosotros las acogeremos y las convertiremos en agua limpia y cristalina. Nadaremos en ellas.
   Los ojos de Teima empezaron a brillar y al oír el canto de un pájaro que se posó en una piedra cercana, empezó a llorar.
   Con aquel llanto profundo pudo ver y sentir cada lágrima. Reconoció en ellas la tristeza por los seres que físicamente ya no estaban, el dolor por sentirse sola, la amargura y el miedo. La pena que había enterrado en ella, la nostalgia... Y cuanto más lágrimas iban saliendo a través de sus ojos, podía sentir que había más espacio para la alegría. Era sorprenderte ver cómo aquellas delicadas gotas, al caer al estanque, brillaban al entrar en contacto con el agua.
   Y siguió llorando, pero ahora de alegría, al contemplar ese espectáculo tan maravilloso, al ver cómo sus propias lágrimas se transformaban en preciosas perlas de mar.
- Uno de mis pétalos secará tus lágrimas -, le ofreció el girasol.- Abre tu corazón y deja que todo fluya. Pero para ello debes abrir puertas.  Mira a tu alrededor y dime qué es lo que ves.
Teima no sabía qué decir, ni entendía muy bien aquella sinuosa pregunta.
-No tengas miedo a manifestarte. Dime, qué es lo que ves.

Con voz suave y dulce, Teima empezó a titubear:
-Veo un lugar muy bonito, donde viven flores y plantas. Con  muchos  animales, pequeños y grandes.
Veo un jardín lleno de alegría y juego.
Un jardín donde a veces hay plantas que no están cómodas y debo cambiarlas de sitio. Un lugar que, a veces, por la fuerza del viento o la lluvia se siente herido, y yo con mi amor y respeto...,lo curo.
Un jardín único, bello, donde habita la luz y donde las penas se viven para volverse alegría.
Veo un espacio abierto, libre, flexible, seguro y muy, muy amoroso.

 - Ahora date la vuelta y dime qué más puedes ver -, le volvió a preguntar el girasol.
   Teima empezó a girar sobre sí misma poco a poco. Y para su sorpresa encontró la puerta cerrada y un gran muro.

- Sin miedo, dime pequeña y grande Teima, qué es lo que tu corazón contempla.

   La joven sintió un nudo doloroso y profundo en la garganta que le impedía hablar. Se sentía encarcelada en una celda creada por ella misma.

- No te preocupes. Llora, habla, grita. Cuéntale al cielo y a la tierra lo que a tu  alma le pesa. Estamos aquí contigo. No estás sola.

   Teima no pudo reprimir por más tiempo aquel dolor angustioso y empezó a llorar desconsoladamente. Quería hablar, pero su propio llanto la ahogaba. Una mariposa se posó en su hombro y le susurró al oído:

-Dime qué es lo que te está ahogando.
- Veo una puerta cerrada-, pudo al final decir.- Una puerta con muchos barrotes y un muro que no me deja ver lo que hay afuera, y que tampoco deja que se vea lo que hay dentro. Nadie puede ver mi jardín. Estoy recluida en un maravilloso jardín.... sola.

   En un instante, de la tierra salieron miles de hormigas que hicieron un gran agujero en el suelo.
Instintivamente, Teima se acercó y gritó con todas sus fuerzas. Sintiendo como en aquel grito salía toda su rabia e impotencia . Notó como la tierra la acogía, la acariciaba mientras ella permitía que saliera a la luz todo aquello que llevaba guardado durante tanto tiempo. Sintió que por fin se había liberado de algo confuso y pesado.
   Y sin darse cuenta, empezó a reír. Poco a poco, aquella risa llena de felicidad y alegría fue aumentando hasta que la niña la sintió por todo su cuerpo. Se relajó en la hierba y disfrutó de los pequeños insectos que le hacían dulces cosquillas.
En ese momento se sentía libre al verse brillar.  Cerró los ojos y sintió el calor del sol, la caricia del viento y oyó cómo todo el jardín y la tierra le hablaban al unísono:
 - Hoy has descubierto quién eres. Sí, eres este jardín, y también eres el sol y la luna, el mar y la lluvia. Lo eres todo.
Brillas con luz propia; pero es triste que escondas al resto del mundo tu jardín. Que escondas quién eres en realidad.
¿No sería maravilloso compartir tu belleza, tu sabiduría, tu luz y tu amor con el resto de tus hermanos?
¿No sería  bonito que todos pudieran compartir tu jardín?
Es verdad que ahí fuera encontrarás muchos tipos de jardines. Los habrá sucios y descuidados, salvajes o alborotados, pero recuerda que en todos ellos viven flores y plantas y que todos pueden volver a ser lo que en realidad son: Un jardín sereno, armónico y amoroso.
No tengas miedo. Cada vez que te sientas insegura o temerosa, mira tu jardín. Observa como está, escucha lo que quiere decirte. Y ante todo, recuerda que desde el cielo y la tierra estás protegida y querida.
                                          
   Teima abrió los ojos lentamente, saboreando al máximo aquel momento mágico. Se levantó y paseó por el jardín dando las gracias a cada flor y a cada insecto. Recogió la llave que solía guardar en una caja de madera y con gran alegría y felicidad abrió la puerta.
   En ese instante apareció un grupo de personas que paseaban tranquilamente por allí. Una de ellas, se acercó a la joven:
- ¡Qué jardín tan bonito! me gustan mucho las flores. Mi nombre es Aire. ¿Podemos entrar a ver tu jardín?
Teima sonrió; dejó caer una última lágrima y dijo:
- Pasad. Bienvenidos a vuestro maravilloso jardín. El jardín de la alegría, la luz y el amor.
Este jardín soy yo y sois vosotros.

   Y desde ese día, Teima abrió su jardín a otros jardines. Conoció a muchos, y se sorprendió al ver que, al superar todos sus miedos, los jardines que ahora conocía eran tan hermosos como el suyo. Y sabía que si descubría alguno que no era de su agrado, poco a poco, a su debido tiempo, podría ver las flores mágicas que en él vivían.


"El Naranjo de Teima"

  Y después de éste corto relato... el jardín de Teima os dice que: ¡Abráis vuestros bellos jardines y ofrezcáis vuestros regalos!