Alma vive en un lugar conocido por cada uno de nosotros. Alma nos susurra canciones de cuna para calmar nuestras noches oscuras, y nos despierta con el canto del nacimiento de un nuevo día lleno de alegrías y de ilusiones. Todos conocemos a Alma... sólo que......hemos dejado de escucharla.

Coloca una mano sobre tu vientre y reposa la otra sobre tu corazón. Si silencias durante unos instantes la perturbadora voz que nace de tu cabeza controladora y racional, permitirás que la voz de tu Alma se exprese y hable. “¿Qué me dirá? “Te preguntarás. No tengas miedo. Te hablará de cosas bellas. Sobre el amor, sobre la belleza. Te leerá textos enriquecidos de dulces palabras, y te dirá sin miedo todo aquello que un día no quisiste escuchar pero que siempre deseaste realizar. No te confundas. El Alma no es un ser diferente a ti, ni está separado de ti. El Alma eres tú.

Así es como empecé a permitir y a sentir mi Alma, y así es como empecé a escribir cuentos. Lo que escribo nace de mi corazón y va directo al corazón. Sólo hay que abrirse para recibir la sencillez de sus palabras, y sólo hay que ser, para que el día en que creas que nada tiene sentido, la voz de estos relatos, den aliento a tu desesperanza y alegría a tu nostalgia.

Soy y seré un canal para que historias como estas broten de mi alma, y para que mis pequeñas manos, de dedos cortos y achatados, sean el instrumento idóneo para imprimir en una hoja en blanco lo que día a día la vida me va cantando.

Con mucho amor.....

el Alma del ser que se hace llamar Mireia

La Torre Esmeralda

"La Torre Esmeralda"

   Habita en una pequeña montaña una pequeña torre mirando hacia el mar.
Su nombre..... Esmeralda.
En ella viven los seres más fantásticos y bondadosos que protegen al pueblo
 y a todos sus habitantes.
Los pájaros vuelan a su alrededor y le cuentan historias. El mar le envía besos en grandes olas y las nubes bajan desde el cielo a descansar cuando la noche se acerca. La luna le canta, y el sol la despierta cuando amanece un nuevo día.

   A Esmeralda le gusta recibir a la gente del pueblo que suele ir visitarla.
Bueno.., más bien van a ver las vistas. Porque la gente siempre consideró a Esmeralda como una torre sin encanto, sin nada especial. Siempre fue una molestia en vez de una alegría.
Cuando la torre sentía ese tipo de comentarios, se entristecía. Pero su tristeza pronto era substituida por la alegría, cuando a lo lejos veía llegar a los niños que dando grandes brincos y cantando se acercaban a jugar con ella.
Un día, vio como desde una ladera de la montaña subía un hombre con algo bajo el brazo.

- ¡Seguro que es un espléndido regalo!- ,pensó.

¡Ay, Esmeralda!, qué desafortunado pensamiento, pues el hombre llevaba consigo un cartel que decía:
LA TORRE ESMERALDA SERÁ DERRUIDA DENTRO DE DOS DÍAS. SE ACONSEJA NO SUBIR A LA MONTAÑA NI A LA TORRE.
   Al oír esas trágicas palabras, Esmeralda notó como cada una de sus piedras se tambaleaban. Toda ella temblaba ante tal anuncio. ¿Qué significaba? ¿Qué dentro de dos días dejaría de existir...?
 -¿Por qué?-, se preguntaba mientras sus lágrimas recorrían sus piedras.
 - La gente del pueblo ha decidido que no prestas ningún servicio y que molestas cuando quieren ver el mar. Eres pequeña y estás débil-, le dijo Alnor, la gaviota que siempre se apoyaba en ella para descansar de sus largos vuelos.
                                   
- ¡Pero eso no es cierto!-, replicó la torre.- Cedo cada una de mis piedras para que la gente se respalde; para que los niños jueguen y para que la gente mayor descanse en mi regazo. Así, mientras miran al mar, les susurro pequeñas historias al oído mientras los duendes y las hadas que viven conmigo les regalan chispas de luz dorada a sus ojos para que se deleiten.
 - ¡Ay, mi querida amiga! Los humanos no están tan despiertos como nosotros creemos. Han dejado de habitar en sus corazones. Han cerrado las puertas a su alma y sólo se rigen por las órdenes que su mente egoísta y autoritaria les dicta.
 - Me entristece que estén así. Cuando con cada relato, con cada canción veo el brillo en sus ojos...no puedo evitar emocionarme-, le respondía la torre.
 - Porque les hablas directamente a su corazón, a su alma. Pero están tan perdidos, que ya no la encuentran y ya se han cansado de buscarla -, le dijo honestamente su amigo.
 -Quiero ayudarles. Quiero que encuentren su camino, quiero que...
-¿Y cómo vas a hacerlo?- Le preguntó Alnor con una pícara sonrisa.
- Mi espíritu se reencarnará en un ser humano e iré a visitarles. No sabrán quién soy. Tal vez al principio no me acepten, pero poco a poco se irán encontrando con ellos mismos.   
-¿Estás segura? No tendrás mucho tiempo antes de que vengan a....-. El     pájaro no pudo acabar su comentario ante la interrupción de su amiga.
 -Dispongo del tiempo suficiente. No existe el tiempo cuando se le habla al corazón.
- Eres muy sabia, Esmeralda. Si necesitas mi ayuda o la de cualquier otro elemento de la naturaleza, no dudes en llamarnos. Todos estamos contigo, formamos parte de ti -, le dijo la gaviota alzando el vuelo.

   Esa misma noche el espíritu de la torre se encarnó en una bella joven.
Bajita de estatura y con el pelo largo hasta la cintura, los ojos de Esmeralda brillaban tanto a luz del día como de la noche. Durmió en la cima de la montaña y al día siguiente al amanecer, al sentir el susurro del viento y el calor del sol que la despertaban, bajó para acercarse al pueblo.
Caminando entre las estrechas calles, la gente la miraba como un ser extraño. Se mezclaban en ellos un sentimiento de alegría, al ver una persona tan bella, y a la vez de desconfianza, pues nunca antes habían visto a un ser igual.
Esmeralda siempre sonriente, oía los diferentes comentarios que la gente del pueblo hacía sobre ella.
-¿Quién es esa mujer? ¿A qué habrá venido? -, preguntaban unos.
- Vigilad vuestras casas pues parece ser una ladrona..-, solían advertir los más desconfiados.

   Pero Esmeralda no decía nada. Sólo se dignaba a saludar y a seguir su camino entre el murmullo de la gente. ¿Cómo ayudarles? se preguntaba.

 - Cántales canciones -, le decía una voz en su interior.- Cántales canciones cerca del mar, para aliviar sus penas y tristezas. Así sus almas brillarán un poco más.

   Esmeralda no dudó ni un segundo de aquella voz profunda y cálida que nacía de su corazón y fue a refugiarse a una cala perdida del pueblo por donde no pasaba nadie.
- Alnor, viejo amigo-, gritó.- Necesito tu ayuda. Tú que vuelas, que formas parte del cielo y del viento, sabrás tocar la flauta. Ayúdame y que tu sonido y mi voz se unan para llegar a los corazones de esta gente.
En un momento que no duró ni dos segundos, la gaviota Alnor apareció entre las grandes rocas cercanas a la orilla de la playa. Se colocó al lado de la muchacha y se transformó en un bello y alto joven con morenos y largos rizos, y unos ojos tan oscuros que desprendían destellos de luz.
- Aquí estoy, junto a ti. Y aquí está mi flauta. El viento amigo me la ha cedido. Pongámonos en marcha y trabajemos juntos para llegar a nuestros hermanos.

   Los dos jóvenes llegaron al centro del pueblo, y después de mirar a su alrededor, decidieron situarse cercanos al mar. Era el mejor lugar para empezar la ceremonia de baile y música que Esmeralda y Alnor querían presentar a la gente del pueblo.
                                            
DILE AL VIENTO QUE PEINE TUS CABELLOS
DILE AL SOL QUE CANTE TU CANCIÓN
QUE LA LLUVIA LIMPIE TU AMARGURA
QUE LA LUNA BRILLE EN TU CORAZÓN

   El sonido de la flauta y de la voz de Esmeralda eran de tal belleza, que llegó a los oídos de todos los habitantes del pueblo. De los que estaban cerca y de los que estaban lejos, pues el viento se encargó de hacerlo llegar.
Al oír la música y las palabras tan bellas que sonaban en las canciones, los rostros de la gente se iban iluminando. Poco a poco la luz de sus ojos dormidos por las tristezas y las agonías que se habían creado en sus vidas volvía de nuevo a brillar.
- Están encontrándose -, se decía Esmeralda emocionada.

   Y así estuvieron, cantando y cantando miles de canciones. Sintiendo cómo la música y las dulces letras que hablaban del amor, del perdón y la bondad penetraban sutilmente en sus corazones. Dejándose llevar por la suavidad envolvente del momento y viviendo el presente como un momento único e inigualable.
   La gente no se movía; no querían marcharse de allí. Vibraban en una atmósfera tan mágica, que sus pies y todo su cuerpo se quedaban totalmente enraizados en aquel lugar, ahora mágico. Nadie quería alejarse de ellos. Y aquellos que por algún motivo debían partir, se iban, descubriendo que ahora en su corazón habitaba la alegría y la paz.
   Más de uno, lleno de curiosidad por conocer más de cerca a los nuevos amigos del pueblo, se acercaba a preguntar quiénes eran y de  dónde provenían. Les traían sabrosas frutas y frescas bebidas.
Esmeralda siempre les decía la verdad.
- Soy el espíritu de la torre Esmeralda, y él es Alnor, espíritu de la gaviota. Hemos venido a estar con vosotros. A cantaros bellas canciones y a bailar para que la luz vuelva a brillar en vuestros corazones, y el miedo y el egoísmo desaparezcan. Sois bienvenidos al reino del amor y de la paz.
   La gente se quedaba atónita ante las bellas palabras de la muchacha. Esmeralda y Alnor los abrazaban, les cantaban al oído y bailaban los bailes que la luna les había enseñado.
   La gente del pueblo lloraba de emoción al conocer a seres tan bondadosos, alegres y amorosos. Y es que en el fondo, cada uno de ellos se veía reflejado en el rostro de Esmeralda y Alnor, aunque no llegaban a entender muy bien lo que les estaba pasando.
- No importa- les decía el joven -. Vuestros corazones lo saben todo. Habéis nacido de nuevo como los seres que realmente sois. No tengáis miedo a mostraros. Vuestra luz os guiará en el camino.
Y el sol, la luna, el mar, las hadas de los bosques y cada uno de los seres que formamos la madre tierra están con vosotros; porque sois nuestros hermanos.

   La tarde acabó siendo el mejor día para cada uno de ellos. Hacía mucho tiempo que no se sentían tan felices. Los niños jugaban, saltaban y cantaban. Las personas se abrazaban entre ellas sin miedo ni vergüenza. Cada una había traído el instrumento musical que más apreciaba y crearon una gran banda musical donde todos, sin exceptuar a nadie, bailaban, cantaban, reían y lloraban.

En medio de todo aquel jolgorio, un niño preguntó:
-¿Pero qué pasará con Esmeralda? ¡Está previsto que mañana la torre sea derruida!

Se produjo un silencio total. Nadie supo que decir, ni que responder. ¿Cómo hacer desparecer a un ser tan maravilloso?
- No la destruiremos- dijo una voz.- Ahora la torre Esmeralda será nuestro hogar, donde siempre que queramos subiremos a bailar y a cantar, a contar historias, a ver el mar y a escuchar el viento.
Será un lugar sagrado, como lo es cada parte del planeta y lo amaremos como amamos a nuestros padres e hijos.
El pueblo entero dio un gran salto de alegría y continuó con el festín.

   La torre Esmeralda no fue destruida. Arreglaron cada una de sus piedras y la cuidaron.
   Ahora la gente del pueblo sube allí a oír los relatos del mundo; a meditar; a relajarse; a contar sus historias y oír los sabios consejos que Esmeralda y el mundo les da.
   Los días de luna llena, todo el pueblo sube a la torre. Se reúnen alrededor del fuego y se pasan todo el día cantando y bailando las canciones que Esmeralda y Alnor les enseñaron.
   En un gran círculo, con sus manos unidas envían desde lo más profundo de sus corazones amor a todo los seres del planeta, a la madre tierra y al padre cielo.
   Y cuando la luna está en su punto más alto, vuelven a sus casas acompañados de la luz que les guía el camino.
   ¡Y  que los bailes y los cantos de la tierra lleguen a vuestros corazones para que este cuento se siga contando!