Alma vive en un lugar conocido por cada uno de nosotros. Alma nos susurra canciones de cuna para calmar nuestras noches oscuras, y nos despierta con el canto del nacimiento de un nuevo día lleno de alegrías y de ilusiones. Todos conocemos a Alma... sólo que......hemos dejado de escucharla.

Coloca una mano sobre tu vientre y reposa la otra sobre tu corazón. Si silencias durante unos instantes la perturbadora voz que nace de tu cabeza controladora y racional, permitirás que la voz de tu Alma se exprese y hable. “¿Qué me dirá? “Te preguntarás. No tengas miedo. Te hablará de cosas bellas. Sobre el amor, sobre la belleza. Te leerá textos enriquecidos de dulces palabras, y te dirá sin miedo todo aquello que un día no quisiste escuchar pero que siempre deseaste realizar. No te confundas. El Alma no es un ser diferente a ti, ni está separado de ti. El Alma eres tú.

Así es como empecé a permitir y a sentir mi Alma, y así es como empecé a escribir cuentos. Lo que escribo nace de mi corazón y va directo al corazón. Sólo hay que abrirse para recibir la sencillez de sus palabras, y sólo hay que ser, para que el día en que creas que nada tiene sentido, la voz de estos relatos, den aliento a tu desesperanza y alegría a tu nostalgia.

Soy y seré un canal para que historias como estas broten de mi alma, y para que mis pequeñas manos, de dedos cortos y achatados, sean el instrumento idóneo para imprimir en una hoja en blanco lo que día a día la vida me va cantando.

Con mucho amor.....

el Alma del ser que se hace llamar Mireia

La Gota Violeta

"La Gota Violeta"

   Hay una nube blanca y espumosa que vive en el cielo.
Se pasea y viaja por los diferentes continentes de nuestro mundo y de otros.
Le cuesta moverse y se siente pesada, y es que el Sol le ha dicho que está... ¡embarazada! Dentro de ella viven millones de gotas esperando salir para llegar a algún rincón de la tierra. Entre todas ellas hay una gota especial; la gota Violeta.

   La gota Violeta es pequeña, muy pequeña, pero vive en ella una inmensa ilusión. Quiere conocer el mundo que habita bajo sus pies, quiere besar a las flores y a los árboles, saciar la sed de los animales. Pero sobre todo, su deseo más profundo es llegar a conocer el mar, su madre para ella.

   En uno de los miles de viajes de la nube, que por cierto me ha dicho que se llama Sale, sintió un profundo deseo de abrazarse a otra de sus hermanas. En su corazón brilló tanto la llama del amor, que corrió hacia ella para fundirse en un amoroso abrazo. La magnitud fue tal, que se dice que ese día saltaron
tantas chispas, que todo el planeta se iluminó; y que la luz que nació de ese momento hizo que muchos tuvieran que cerrar su delicados ojos.
Violeta también notó cómo todas sus compañeras y ella empezaban a unirse. En el aire flotaba una fuerte vibración.... ¡parecía que iban a salir volando! Estaba un poco asustada; nunca antes se había encontrado en una situación similar.
¿Qué es lo que estaba a punto de pasar? ¿A dónde irían ahora?
A nuestra amiga, su intuición le decía que pronto sus deseos iban a realizarse.
-“Prepárate pequeña gota para este nuevo viaje. Tus deseos se cumplirán, pero no te sientas defraudada si todo no va como tú esperas. Recuerda que cada uno tiene su propio aprendizaje y que la fruta amarga que comas hoy, puede ser la dulce fruta de mañana.”
-¿Quién habla? -, preguntó Violeta.
-“Tranquila, sé paciente y al final de tu historia lo sabrás.”

   Pero a nuestra Violeta no le era suficiente aquella respuesta tan simple y no estaba dispuesta a conformarse. Y como es una gota curiosa y ansiosa por saber, la naturaleza hizo que antes de que pudiera volver a importunar con preguntas que no podían ser respondidas en ese preciso momento, Sale, la nube, gritara con todas sus fuerzas y todas las gotas empezaran a caer. Entre ellas, cómo no, iba nuestra amiga.
   Descendían a una velocidad vertiginosa. Violeta veía como sus compañeras iban cayendo en diferentes lugares. Una sobre una roca, otra sobre la tierra,¡e incluso vio como una cayó sobre la cabeza de una persona!. ¿Dónde caería ella...?
- Aquella voz me dijo que mis deseos pronto se cumplirán. Así.....¡caeré en el mar!
Violeta se sentía feliz. Nunca llegó a pensar que todo sería tan rápido, tan fácil. Pero sólo recordó una parte de lo que la voz le dijo, del resto se olvidó.
                                      
   Y mientras se dejaba embelesar por aquellos pensamientos siguió cayendo, cayendo, hasta que, para su asombro, no cayó en el mar, sino...
- ¿Dónde estoy?-, preguntó Violeta.
- Estás sobre mi cabeza -, le respondió una voz.
- ¿Y es ésta la cabeza del mar?
 - Ja, ja, ja.- rió aquella voz tan misteriosa - . Observa a tu alrededor pequeña gota de lluvia. ¿ Acaso estás rodeada de agua? ¿Ves peces de colores a tu alrededor? ¿Sientes el olor a sal? El mar es agua, y aunque hay mucho en mí de ella, yo soy tierra. Soy una montaña.

   Violeta miró desde aquella altura, un poco intranquila. No tenía muchos conocimientos sobre el mar, pero tenía claro que todo aquello no le era muy familiar. Se sentía algo rara y un poco decepcionada. ¡Se habían equivocado!
- ¿Y qué puedo hacer ahora?, - se atrevió a preguntar. - Este no es mi sitio. Quiero llegar al mar. Tú que todo lo puedes ver, dime,¿ por dónde puedo ir?
- ¡Uy! estás bastante lejos, - respondió la montaña. - ¿No te gusta dónde estás? Tal vez tu destino sea éste, y al mar......ya lo conocerás en otra ocasión.
 A Violeta aquella respuesta no le gustó, y empezó a caerle una delicada lágrima. Lo aceptaría si la vida había decidido que era ese su destino, pero no podía evitar sentir una profunda tristeza. Después de todo, llevaba mucho tiempo deseando conocer al mar.
Al ver que sus lágrimas no cesaban, la montaña le sonrió:
- No te preocupes, -le dijo - No puedo asegurarte que llegues hasta donde quieres llegar pero tal vez podamos facilitarte el camino. No llores, pequeña. Mira a tu alrededor, estoy llena de árboles, flores, plantas y animales. Cualquiera de ellos estará agradecido de poder ayudarte; porque tu camino también es el nuestro. Hablaremos con la Encina Reclamadora. Ella desde su profundo amor a todos los seres seguro que encontrará una solución.

   Casi sin darse cuenta, de la profundidad de la montaña surgió un sonido que hizo que Violeta se tambaleara desde la cima. Era la voz de ese gran trozo de tierra que acaba de conocer, que le ayudaba a descender a una velocidad trepidante. ¡Era como estar en un tobogán de piedra que le llevaba hacia un lugar desconocido!
Después de un largo y emocionante trayecto, Violeta aterrizó en las raíces de un gran árbol. Al mirarlo descubrió que la montaña le había ayudado a llegar hasta la mencionada Encina Reclamadora.

La Encina

   Su nueva amiga era preciosa y majestuosa, y, especialmente, grande, muy grande.
   Con unas largas ramas y repleta de pequeñas hojas verdes que se fundían con el majestuoso azul claro del cielo.
Violeta se sentía algo incómoda. No sabía cómo empezar, ni qué decir. Si debía tocar su tronco o tal vez llamarla a voces.
- No pienses más Violeta,-le interrumpió la Encina -. Sé quién eres y a qué has venido. La montaña me lo ha contado todo mientras viajabas hacia aquí.
Así que quieres llegar al mar. ¿Puedo preguntarte a qué se debe tanta insistencia?
- Pues.....me gustaría conocer a mi madre, - le respondió tímidamente la gota de lluvia.
- ¿Y tú crees que el mar es tu única madre?
- Mmmm,...Sí supongo que sí.
- No pareces muy convencida, - le recriminó el árbol
- Bueno, no lo sé. Lo único que quiero es llegar hasta allí. ¿Vas a ayudarme o no? - A Violeta no le gustaba que le hicieran tantas preguntas. Era una gota discreta y desconfiada, después de todo acababa de conocer a la Encina, y no tenía muy claro si el árbol iba a ayudarla o a hacerle perder más tiempo con tantas preguntas absurdas.
La Encina, en cambio, sonrió. Le hacía gracia que una gota tan pequeña tuviera tanto carácter.

- Está bien, no te enfades. Claro que te ayudaré. Pero antes debes saber que tienes que estar abierta a todo aquello que la vida te ofrezca, porque tal vez lo que tu tenías tan claro luego no resulte serlo.
- Esto.....ya lo he oído antes, - pensó la gota, un poco preocupada e impaciente.
   La Encina quiso consolar a la gota de lluvia al ver cómo su rostro se encogía por los pensamientos confusos que acudían a su cabeza.
- Eres sabia, y muy bonita. Mira, vive bajo mis ramas Senior, un pájaro que puede ayudarnos. Lo llamaremos porque ahora debe estar viajando por la montaña.
Pero antes debes subir por mi tronco y posarte en una de mis hojas para facilitar el trabajo a nuestro amigo.
- ¡Pero eso es imposible! - protestó la pequeña -. Eres muy alta y yo no tengo la suficiente fuerza para trepar hasta allí. ¿No puedes bajar una de tus ramas y recogerme? Soy pequeña, - le suplicó con una mirada llena de picardía.
- No, no lo eres. Eres mucho más grande de lo que tú crees. Y tienes suficiente fuerza. La vida, siempre te dará lo que necesites, pero debes ayudarla. Yo no puedo recorrer tu camino. Puedo ayudarte, animarte y consolarte si fuera necesario, pero no puedo trepar por ti. Si quieres llegar al mar, tendrás que hacerlo tú. Y mi consejo es.....que disfrutes del camino.
   Así que Violeta, a pesar de estar un poco enfadada, pues siempre obtuvo al momento todo aquello que pedía, meditó las palabras de su amiga, dio un profundo respiro, abrazó al tronco, y armada de un gran valor, empezó a trepar.
Al principio le costó mucho, se resbalaba y tenía que volver a empezar. Todo su cuerpo estaba dolorido por sus grandes esfuerzos, parecía imposible, ¡era tan alta!, y tenía muchas ganas de llorar. Pero la Encina estaba con ella, le animaba y en lo que podía le ayudaba.
- Relájate Violeta. Une tu cuerpo al mío. Siente mi calor y energía, y fusiónate conmigo. ¡Ya verás qué fácil será!

   ¡Y qué razón tenía! Violeta se relajó, sintió la energía del árbol y se imaginó cómo se fundía con aquel enorme tronco rugoso y a la vez delicado. Ahora no había distinción entre ella y su nueva amiga. Eran un sólo ser.
   Y empezó a trepar por el tronco con tanta facilidad, que al abrir los ojos descubrió que había escogido como estación de llegada de aquél viaje la última hoja.
La Encina, contenta por el éxito, bailó con el viento, y a través de él llamó a su amigo Senior.

EL PÁJARO
   Senior, era un pájaro blanco con una cresta de colores, al igual que las punta de sus grandes alas. Era reconocido por todos los animales de la montaña como un ser respetuoso y generoso. Siempre acudía a sus hermanos cuando le necesitaban.
- Querida amiga, el viento me ha dicho que reclamas mi presencia para ayudarte. Sabes que estoy contigo y con el mundo para lo que sea. Dime, ¿Qué puedo hacer por ti?-, le preguntó.
- ¿Ves aquella gota que está apoyada en una de mis hojas? Es Violeta. Una preciosa amiga que necesita de nuestra ayuda. Aunque ella no lo sabe todavía, está aprendiendo mucho y su deseo es conocer a su madre, que para ella es el mar.
- Pero no sabe que su madre...
- Ssssshisss.....-le interrumpió la Encina -.No digas nada. Esta es su lección de vida. Ya lo descubrirá por sí misma. Es muy sabia, aunque también tiene mucho carácter.

   Violeta desde lo más alto empezaba a impacientarse. Veía cómo la Encina y Senior hablaban animadamente, mientras ella estaba allí esperando a ser rescatada.
- ¡ Eeeh!- ,gritó-. ¿Os falta mucho? - Aquí arriba empieza a hacer frío y estoy perdiendo mucho tiempo. Quiero llegar lo antes posible.
- Violeta, tranquila. Tu impaciencia retrasará tu viaje. Todo a su debido tiempo. No seas egoísta. Estamos aquí para ayudarte. Senior te recogerá en su pico y......
- ¿Y me llevará al mar? -, preguntó con ansiedad.
- No,- le dijo el pájaro-. No puedo llevarte hasta allí. Está muy lejos, y yo empiezo a estar viejo y cansado. Pero puedo acercarte hasta una flor que está cerca del río.
Violeta se desesperó:
- ¡Pero eso no es el mar! ¿Qué haré cuando esté allí?¿Quién me ayudará?
-Ay, pequeña. Estarás más cerca, - le dijo la Encina-. No olvides dónde caíste y dónde te encuentras ahora. Y no te preocupes, nunca estarás sola. Si confías, siempre acudirá alguien para ayudarte; pero recuerda que eres tú misma la que se puede ayudar. Confía, confía, confía.....pequeña gota de lluvia.

   Y mientras estas palabras resonaban en su corazón, Senior, con mucho amor y delicadeza recogió a Violeta, la puso dentro de su dorado pico y emprendió el vuelo. La Encina oyó a lo lejos una voz:
- Gracias Encina, gracias por todo.
 Era la voz de nuestra Violeta, que por primera vez en su vida sentía un profundo agradecimiento.

   Senior voló con más fuerza que nunca. Sentía amor por la gota de lluvia, quería ayudarla y haría todo lo que estuviera en su mano por ella.
Mientras, Violeta, sintió de nuevo que estaba unida a él. Era la misma sensación que experimentó al subir el tronco de la Encina. Ahora Senior y ella eran un sólo ser, y le gustaba. Se sentía segura, acogida y sobre todo muy amada.
   Tuvieron que reposar para poder continuar el viaje. Quería llevarla a una preciosa flor que vive cerca de las orillas de un río, y estaba mucho más lejos de lo que pensaba.
-¿Estás bien, amigo? - ,oyó que le preguntaba desde el interior de su pico la dulce gota.
- Sí pequeña. Sólo necesito descansar un poco. Pronto llegaremos y estarás más cerca de tu destino.
-Quiero darte las gracia Senior. Eres un pájaro maravilloso y me estás ayudando mucho. ¿Tú conoces el mar?
- Sí, lo conozco, - le dijo al oído .-Y es precioso. Ya lo descubrirás por ti misma.
- También estoy descubriendo lo maravilloso y grande que son las montañas, los árboles...¡ y los pájaros!
- Y muchas cosas más,- acentuó su nuevo amigo-. La tierra es un ser bello y amoroso. Sólo hay que escucharla, hablarle y tocarla con amor...y ella hará lo mismo con nosotros. En fin, ¿Estás preparada para continuar viajando a través del cielo?
- Sí. Es curioso que vuelva a estar aquí de nuevo. Nací de una nube y ¡de nuevo estoy aquí, tan cerca!
- La vida es curiosa Violeta. A veces damos vueltas y más vueltas y no entendemos el por qué....hasta que descubrimos que esa vuelta forma parte del camino. Lo importante....es no marearse.

Y Senior volvió a volar.

Flor y Anta

   El viaje fue ahora mucho más rápido que anteriormente. Violeta disfrutó del camino, y en más de una ocasión sacó su pequeña cabeza a través del pico de Senior para ver el paisaje que se ofrecía ante sus ojos. La gota, no pudo reprimir alguna lágrima, al ver aquel maravilloso espectáculo que la naturaleza le ofrecía sin pedirle nada a cambio.
Pronto llegaron a su destino, a una espléndida flor, y Senior aterrizó al lado de su amiga ayudando a salir a Violeta de su escondite.
-Hemos llegado, - le dijo a Violeta.
-Hola Senior, cuánto tiempo mi querido amigo ¿A qué se debe tan agradable visita? - preguntó Flor.
-Traigo conmigo a Violeta, una gota de lluvia que quiere llegar hasta el mar. Pensé en ti para que la acojas y le ayudes en todo lo que puedas.
-Lo haré encantada. Pero está llegando el atardecer y cerraré mis pétalos para descansar. Mañana al salir el sol encontraremos el camino para ayudarla.
-¿Has oído violeta?,- le preguntó alegremente su amigo.
- Sí...pero es que....
La impaciencia volvía a nacer en ella.
   
- Tranquila- ,quiso consolarla Flor-. Hoy es muy difícil hacer nada. Me lo ha dicho la tierra. Debemos ser respetuosos con su ritmo, si no todo sale al revés.
Ya verás cómo mañana será un gran día. También necesitas descansar. Ven, entra en mi corazón que mis pétalos al cerrarse te abrazarán.

   Antes de entrar, Violeta quiso despedirse de su fiel compañero. Le dio las gracias y un fuerte abrazo, mientras unas delicadas lágrimas caían de sus ojos.
Cuando el pájaro volvió a alzar el vuelo, la gota de lluvia entró en la flor.
¡Ah! que bien se estaba en ese cojín de terciopelo. Sentía el calor del tronco y vio cómo uno a uno los pétalos se cerraban sobre ella como un manto.
Mientras se dormía y la flor la mecía gracias al viento volvió a sentir que no estaba sola, que ella y la bellísima flor eran Uno....y cayó en un profundo sueño.
   Al día siguiente los rayos del sol le ayudaron a despertar.
¡Hoy es el gran día! ¡Por fin el mar estaba mucho más cerca para Violeta!
Pero....¿Y si se equivocaba?
- Buenos días Violeta ¿Has dormido bien?,- le preguntó Flor.
- Sí. Gracias por recogerme....eres muy bella.
- Como tú, mi querida gota de lluvia. ¿Estás preparada? Muy cerca de aquí vive un río que puede llevarte directamente al mar.
Yo puedo ayudarte a acercarte hasta él. Una de las hormigas que tienen su nido cerca de mi tallo te llevará.
No tengas miedo de todo aquello que se descubra ante ti. El río es un gran espejo donde se reflejan todos nuestros miedos. Recuerda lo que la Encina te dijo. Disfruta del camino y confía, siempre alguien ha acudido para ayudarte.
Aquí está Anta, la hormiga. Sube sobre su lomo y déjate llevar. ¡Buen viaje y suerte!
   Violeta descendió por uno de sus pétalos y cayó sobre el lomo de Anta, que pacientemente la estaba esperando. Rápidamente la pequeña hormiga se puso en marcha, sin casi darles tiempo para que Violeta pudiera despedirse de Flor.
- ¡Cuántos seres viven por aquí abajo!,- dijo en voz alta Violeta, a la vez que intentaba sujetarse fuertemente al lomo de Anta.
- Sí, somos muchos,- le respondió su nueva amiga.- Mira, ya hemos llegado. Ha sido un placer formar parte de tu viaje y poder acompañarte hasta aquí. Espero de todo corazón que llegues hasta el mar. La montaña cree que el río puede ayudarte.
- ¿Tú la conoces? - Violeta estaba sorprendida de que una pequeña hormiga conociera a la gran montaña que estaba tan lejos de donde Anta vivía.
- ¡Claro que la conozco! ¡Vaya pregunta!. Aquí nos conocemos todos. También te conocemos a ti.
- No lo entiendo,- respondió resignada Violeta.- La montaña vive a una distancia muy lejana de este lugar. ¿Cómo es posible que la conozcas? ¿Has vivido tal vez en ella?
-No. No hace falta estar cerca de alguien para sentirlo. Todos estamos conectados. Todos nos conocemos porque todos somos Uno.

   El rostro de Violeta empezó a fruncirse. No entendía muy bien lo que la hormiga le estaba diciendo.
- No quieras entenderlo. Ya sabes a lo que me estoy refiriendo porque lo has vivido junto a Senior o Flor. No pienses más, ahora estás más cerca. Aquí está el río que es un pozo de sabiduría. Yo debo irme porque en el hormiguero hay mucho trabajo. ¡Suerte, y hasta pronto!
Anta se alejó tan rápido que Violeta se quedó con la palabra en la boca al querer despedirse de ella.

El río
- Bueno, el río es agua como yo,- pensó-. Tal vez sea un familiar muy cercano y pueda llevarme hasta el mar.
- Todos somos agua-,oyó Violeta como respuesta a sus pensamientos.
No creas que el resto de tus hermanos no están formados de agua porque no es así. La montaña ya te dijo que tenía agua. La Encina también. El agua corre por el cuerpo de Senior al igual que lo hace con Flor o Anta.
 Violeta estaba sumamente sorprendida. ¿A quién pertenecía aquella profunda voz que era capaz de leer cada uno de sus pensamientos?
                                                                  
- Soy el río. Por fin has llegado. Acércate un poco más, no tengas miedo.
Violeta se acercó muy cautelosa. Y fue tan grande su sorpresa que se quedó totalmente paralizada.
   El río era muy largo y ancho, mucho más de lo que ella nunca había imaginado, y sus aguas no estaban muy tranquilas. Se asustó tanto, que no pudo reprimir el llanto.
- ¿Qué te sucede?,- le preguntó dulcemente el río.
- No lo sé. No me imaginaba que fueras tan turbulento. Me da miedo caer y no poder salir. ¡Parece tan difícil! ¿De verdad que sólo desde aquí puedo llegar hasta el mar? ¿No hay otro camino?
- Hay muchos, pero tú has escogido éste. Deja que el miedo salga, es la mejor manera de que se aleje. Y sí, tienes razón, en este momento me muestro ante ti como un río furioso, impaciente e inseguro, pero todo esto no es más que tu propio reflejo. Tus emociones más ocultas salen a relucir. El agua que tanto miedo te produce eres tú.
También debo decirte que en mí hay aguas más tranquilas y armoniosas, pero están más cerca del mar y a veces hay que atravesar corrientes fuertes para llegar a las aguas tranquilas.
Tú decides. Recuerda a todos los seres que te han ayudado a llegar hasta aquí. Todos confían, todos han cuidado de ti ¿ Por qué crees que yo no iba hacer lo mismo?
Cae en mis aguas y déjate llevar. No fuerces nada, no intentes luchar. Si te abandonas, te fusionas conmigo y todo resulta fácil y fluido.

Violeta dijo con un gran suspiro:
- Empiezo a estar cansada. Todo esto es demasiado largo y pesado.
A veces me resulta imposible confiar de corazón. Me siento abandonada y engañada. Nunca llegaré al mar, ¡nunca!
Violeta rompió a llorar. Se sentía triste, desolada e incluso enfadada:
-¿ Por qué dais tantas esperanzas?¿Por qué habláis de cosas tan bonitas y luego todo es mucho más difícil?     
El río, al ver a Violeta sintió un amor más profundo hacia ella.
Le recordó que al principio de su historia una voz se le había presentado; le recordó las dulces palabras de sus amigos y cómo se había sentido al estar unida a ellos.
Poco a poco aquellos recuerdos ayudaron a Violeta a secar sus lágrimas.
Tú camino también es el nuestro”, resonó la voz de la montaña en su corazón.
Ahora se sentía con más fuerza y con más ganas de conseguir su propósito.
- Qué debo hacer,- le preguntó al río.
- Caer en mis aguas y dejarte llevar.

Violeta contó hasta tres y dio un gran salto.
¡Dios mío! ¡No sabía qué hacer! Las aguas estaban más enfurecidas que nunca. Sentía mucho miedo, y continuamente era arrastrada de un lado hacia otro. Quería salir de allí, pero no sabía cómo hacerlo.
-¡No lo conseguiré, no sé qué más puedo hacer! ¡Por favor, río, ayúdame!
- No luches. Confía en ti y en mí. Cierra los ojos y confía.

Y así lo hizo. “Que sea lo que Dios quiera”, dijo su corazón.
Y en ese mismo instante, sintió como fluía relajadamente con el río. Que no había lucha, que todo era sencillo. Sintió el calor del sol y de cada gota de agua.
   Estaba feliz. Finalmente había podido superar todos sus miedos. Había vuelto a confiar en la vida, en la tierra, en ella misma.
Pero esa agradable y dulce sensación, desapareció rápidamente al notar bajo su cuerpo, que algo o alguien no la dejaba continuar.
- Hola Violeta,- le saludó alegremente una gran piedra.
- ¿Quién eres?,- preguntó asombrada la gota de lluvia.
- Soy Efna, una piedra que vive en estas aguas.

   A Violeta no le hizo ninguna gracia que alguien se interpusiera en su camino, sin ni siquiera pedir permiso.
- Con lo bien que iba todo y aparece ésta y lo estropea,- pensó enfadada.
- Sé que estás sorprendida de verme, pero debes saber que yo no soy ningún obstáculo en tu camino.
- ¿Cómo que no?- Violeta empezaba a sentirse furiosa -. ¡ Estaba dejándome llevar por el río para llegar al mar y has aparecido tú!! Estoy encima tuyo y no  sé cómo bajar. ¿Supongo que vas ayudarme?
- Sí... pero no como tú crees. Deberás bajar tú sola.
- Bueno eso es fácil,- pensó Violeta- . Me deslizaré y todo volverá a ser como antes.
Pero no resultó ser tan fácil como Violeta esperaba.
- ¿Qué tienes encima que no me deja bajar? ¡Hay algo en ti que no quiere que me vaya!, - gritó la gota desesperada.
- No te enfades. Estoy para ayudarte. Lo que no te permite que te deslices es el musgo. Yo no puedo hacer nada. No puedo quitármelo, forma parte de mí. Tendrás que tener paciencia y bajar poco a poco,- le aconsejó.

   Violeta no pudo reprimir su furia. ¿Qué podía hacer? De nuevo se volvía a sentir impotente. Se enfadó con todos; con el mundo y hasta consigo misma. Resignada y decidida a abandonarlo todo rompió en un desolador llanto.
- No llores..,.- quiso consolarla Efna.
- ¡Cállate!,- le interrumpió-. No quiero escuchar más sermones poéticos. Me rindo. No quiero seguir. Me quedaré aquí hasta que me muera. Todo me da igual.
- ¡Pero si estás muy cerca!
- ¿Y entonces por qué  has aparecido tú?¿Por qué has irrumpido en mi camino, si puede saberse?
- ¡Claro que puedes saberlo! - le dijo alegremente la piedra-. Yo no aparecí. Yo estoy, y tú  me llamaste, aunque no lo creas.
¿Sabes? de los obstáculos, cómo tú los llamas, se puede aprender mucho. Pueden ayudarte a descansar, aunque sea difícil creerlo, para darte el último empujón que necesitas para llegar a tu destino.
También puedes abandonar si quieres, eres totalmente libre. Pero habrán sido tus miedos los que no te dejaron continuar.
Sabes que puedes bajar de nuevo. Será un poco complicado.... ¿pero quién te ha dicho que no puede ser divertido?¿Acaso lo has probado?
- No, - respondió tímidamente Violeta.
- Pues ya estás tardando. Recuerda que las piedras de tu camino las pones tú.
Así que también eres tú quien puede quitarlas.
Aprovecha esta pequeña pausa para descansar y meditar.
¡Ah!... y gracias al musgo, ha salido de tu corazón toda la rabia y el enfado que viajaba contigo. Ahora pesarás menos y bajarás mejor, ya lo verás.
   Así que Violeta no quiso pensárselo dos veces, y un poco avergonzada, descendió por Efna lentamente. Y de nuevo comprobó que su nueva amiga tenía razón. Ahora los obstáculos se veían más pequeños, ella se sentía más ágil y el tiempo que estuvo meditando le ayudó a recobrar fuerzas.
Cuando llegó de nuevo al río, abrazó a Efna y se despidió agradeciéndoselo de todo corazón.
   A partir de ahora todo sería más fácil. El final del viaje se estaba acercando y eso a Violeta le hacia sentirse muy feliz.
Fue en ese mismo instante cuando una voz desconocida para ella le habló:
- Bienvenida Violeta. Me alegra mucho verte.
Violeta no reconocía aquella dulce voz. ¡No se podía ni imaginar que quien le estaba hablando... era el mar!
- ¿De verdad que estoy en el mar?- preguntó asombrada.
- Mira a tu alrededor y saldrás de dudas.

   Una inmensidad de agua clara y profunda la rodeaba. Vio toda clase de peces de colores que le saludaban a su paso. Descubrió animales mágicos que vivían en grandes cuevas a una profundidad impresionante.
Era maravilloso; mucho más especial de lo que ella había imaginado durante toda su corta vida.
-¡Es otro mundo! - gritó de alegría.
- No Violeta. Es el mundo. Aquí hay muchos seres al igual que los hay en la tierra o en el cielo,- susurró el mar.
- Estoy muy contenta porque por fin he podido conocerte. Por fin, después de tantas aventuras puedo estar cerca de mi madre.
- Debo decirte..., y espero que no te decepciones, que yo no soy tu madre Violeta.
   El corazón de la gota se derrumbó. Eso no era posible. Era lo último que se esperaba. ¿Había realizado un viaje tan largo para descubrir que se estaba engañando? ¿Por qué no se lo habían dicho al principio? ¿Acaso lo sabían todos menos ella?
- No entiendo nada,- dijo resignada Violeta.- Siempre creí en lo más profundo de mi corazón que tú eras mi madre.
- Y lo soy, pero no soy la única. Todo el planeta es tu madre. Cada ser que vive junto a ti, cada ser con los que has realizado este viaje son tus hermanos. La tierra nos acoge a todos sin diferencias. Todos formamos una gran familia, y por eso nos sentimos unidos.
Si dejas que tu corazón se abra sentirás un amor profundo e incondicional por todos los seres.
Sentirás que formas parte de cada uno de ellos y que ellos forman parte de ti. No habrá soledad; no habrá tristeza ni abandono; en cada instante de tu vida estarás siendo amada y protegida.
Recuerda cómo te sentiste con la Encina o con Flor. Eso es amor.
Es olvidarse de uno mismo para fundirse en el todo.
Y aunque te sorprendas, tu corazón sabe que es así. Todos hemos viajado contigo Violeta, todos hemos aprendido.

   La gota Violeta sintió cómo cada una de aquellas tiernas palabras resonaban y acariciaban su cuerpo. Todo era cierto. Lo había experimentado.
Saber que el mar era una parte de toda su familia le hizo llorar.
Estaba llena de agradecimiento.
Estaba llena de amor.
- Gracias. Este viaje ha sido un regalo maravilloso.
-  La vida confía en ti Violeta. Dios habla a través de ti y a través de todos. Todos somos Dios, por eso nunca estarás sola. Porque creemos en ti,- le dijo el mar acompañándole con una de sus olas.
- ¿Y ahora.....? - preguntó con curiosidad.
- Ahora estarás aquí, y cuando sea tu momento volverás de nuevo al cielo para recogerte en una nube. Y cuando decidas qué es lo que quieres aprender de nuevo en la vida, volverás a caer en un lugar desconocido y a disfrutar de un nuevo viaje. Hasta que llegue el día en que lo habrás vivido todo; lo habrás comprendido todo y formarás parte de la familia de luz que guía a todos tus hermanos.

   Violeta sonrió. Reconoció que la voz que le había advertido al inicio de su viaje era la voz de todos; era su voz.
Aprendió que si amaba a la tierra, si la respetaba, estaba haciendo lo mismo con ella misma. Porque después de todo, todos somos la gota Violeta.
Se relajó y dejó que todo siguiera su ritmo.
Ella, como le había dicho la Encina, disfrutaría del camino.

   Y con un profundo amor a la madre tierra, y a todos los seres de luz que guían mi camino... este cuento se seguirá contando.